Hay veces que la soledad ayuda, escuchar el silencio y palpar la ausencia de alguien a tu alrededor. Sentir un escalofrío recorriendo tu espalda sin temer en nada porque no hay nada más que tú, y notar como ese escalofrío se va apoderando poco a poco de tu cuerpo. Estar sólos, tú y tu subconsciente ordenando ideas, fantaseando, olvidando que el mundo real existe e imaginando que todo va más allá de lo que vemos.
No es que ya no escriba porque no tenga tiempo, no es que no escriba porque me falten medios, pero últimamente hay tantas cosas en mi cabeza que las palabras son incapaces de fluir y se acumulan como si de un atasco de coches se tratara. No es que no tenga proyectos, no es la falta de ideas, es más bien un colapso de ellas que les impiden moverse y ordenarse para conseguir un poco de coherencia y que pueda escribirlas. Y todo ello no lleva más que a revolverlas una y otra vez para intentar que tomen un rumbo definido y sólo consigo formar una sopa de letras que me llena de frustración por no poder expresar lo que quiero, por no poder plasmarlo en el papel, por no saber qué decir, qué palabras usar para decirlo. Y lo que digo no es todo lo que quisiera, ni lo que callo es todo lo que debería, pero estas son las únicas palabras que consiguen salir en este momento de mis pensamientos.