Por momentos deseaba que el tiempo se detuviera, aislarse y alejarse del mundo. No lo soportaba más, no podía con la presión, con el peso sobre sus hombros ya cansados de la vida en la que se encontraba. Quería desaparecer, irse lejos y no volver, encerrarse en un lugar donde pudiera ser quien era, sin mentiras, sin miedo a lo que podía pasar cuando cerrara los ojos, un lugar en el que no tuviera miedo a vivir, donde respirar no fuera un esfuerzo, donde pudiera coger aire y gritar al mundo que era libre, donde no tuviera que ocultar que realmente era frágil, donde no tuviera que mantener esa fachada de fortaleza. Pero todas esas ilusiones estaban fuera de su alcance; tenía que seguir viviendo en esa vida de mentiras y sufrimiento, ocultando su verdadero ser y mostrando solamente lo que los demás consideraban correcto, pero eso no era vivir. Su día a día se había convertido en una simple batalla para la supervivencia, que no le quedaba otra opción que librar.
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