viernes, 27 de mayo de 2016

Amanecer

1 de enero. El año había empezado atragantándose con las uvas y brindando con un par de copas de champán para desear un feliz año nuevo. Sin embargo, ella tenía la certeza de que iba a ser un año como cualquier otro, que nada de especial tendría además de convertirla en un año más vieja.

Se fue a la cama con la esperanza de que por la mañana no quedaran restos de los excesos de esa noche, de que su vida retomara el monótono ritmo que siempre llevaba, pero la alteración de las calles que celebraban el inicio del año no le permitieron conciliar el sueño. Así, cansada de dar vueltas en la cama intentando elucubrar lo que ese año podría traer consigo, se levantó. Abrigada de pies a cabeza, salió a caminar en la oscuridad de la madrugada por calles vacías desde las que se podían ver las ventanas iluminadas en las que familias completas seguían festejando el estreno del año.