jueves, 7 de julio de 2011

Huida

Caminaba por la ciudad una temprana y fría mañana de invierno. Era sábado y las calles estaban casi vacías, solo había algunos tenderos preparándose para el mercado y algún que otro gato que se cruzaba en su camino. Era lo normal, después de una larga semana de trabajo, lo que la gente solía hacer era dormir hasta tarde el fin de semana. Debían ser las siete, como mucho las siete y media. Daba largos pasos, y se apresuraba a girar en cada esquina. Vestía un largo abrigo rojo afelpado que dejaba ver el cuello de un grueso jersey de lana blanca y el borde inferior de una falda negra así como de sus botas. Su respiración era agitada y de su boca salía el típico vaho invernal. Miraba al frente, con la vista fija en el horizonte, con decisión, aunque sin saber a dónde se dirigía. Había salido de casa corriendo, sin saber por qué ni a dónde ir, unos gritos, golpes sobre objetos y llantos, era lo único que recordaba. 
Sus pasos la habían conducido a una parte de la ciudad que ya no conocía. Entró al primer parque que encontró, quería estar sola, pensar, silencio... Más que un parque, se le antojó un pequeño bosque, con árboles por todas partes y las hojas desperdigadas por el suelo asesinadas por el frío. Aún no habían encendido las farolas y apenas veía nada. A tal velocidad, cuando se quiso dar cuenta, se había dado de bruces con alguien. La sorpresa fue igual para ambos. Sus lágrimas rodaron por sus mejillas, como si al haberse chocado toda la rabia que llevaba contenida hubiera aflorado de repente. Unos brazos reconfortantes la rodearon, mientras las farolas se encendían poco a poco... 

1 comentario:

  1. Preciosa entrada! Yo también te sigo =)
    Un saludo y buen finde =)

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