Y conforme van pasando los días querría que las agujas del reloj caminaran más despacio y más deprisa.
Que corriera el tiempo para volver a verte, que pasaran los meses y ser un poco más de lo que quiero ser, que pasara el frío, el invierno, y volviera a brillar el sol resplandeciente sobre nuestras cabezas para volver a respirar el olor de sal sobre la arena, sabiendo que por el momento no habrá nada de qué preocuparse.
Pero por otro lado, hay momentos en que las horas se cuelan por las rendijas y se escapan para perderse en el trabajo infructuoso y yo desearía que se detuvieran, y me pongo en medio para hacerles un alto, y pedirles compasión, pero, desobedientes como son los minutos, dan media vuelta en busca de otra escapatoria, dejándome entre las horas, entre deseos de que todo fuera de otra forma.
Y es que por más que luche el reloj solo se detendrá si las pilas se agotan, pero el tiempo no, el tiempo nunca. Pasará eternamente, en contra de lo que sea que queramos, siempre...