Era una fría mañana de invierno, diecisiete años atrás en el mismo día en el que estamos hoy. El sol apenas se había levantado tras las montañas, apenas brillaba el mar bajo su luz, pero un barco ya se aproximaba al puerto, un barco que, sin saberlo, cargaba la vida futura de muchas personas. Ese 20 de enero de 1998 fue el comienzo de todo lo que ahora es y el final del pequeño lapso de tiempo que hubo antes de ese día. Recuerdos fugaces quedan de esa mañana, sólo algunas prisas, el sol despuntando y el gélido viento golpeando fuertemente mientras bajábamos las escaleras que nos llevaban a una nueva vida. Esos momentos fueron el primer paso de todo lo que ahora mismo existe ante nosotros, de todo lo que ahora mismo no existiría si no nos hubiésemos embarcado en aquella aventura que parecía una locura; una locura de la que no era consciente en aquel momento. No hubiera pensado jamás todo lo que se ha ido construyendo alrededor de esa fecha, en este pequeño trozo de tierra al que puedo llamar hogar y que en un primer momento era extraño y sorprendente. En aquellos momentos nadie hubiera pensado que esa aventura se prolongaría durante tanto tiempo que se convertiría en toda una vida, nadie se hubiera imaginado todo lo que iba a venir, todo lo que hace que seamos ahora quien somos, todo en lo que íbamos a convertirnos a pesar de todo lo que estábamos dejando atrás. A veces echo en falta esas cosas que se quedaron al otro lado del mar, a veces me gustaría poder tenerlas más cerca, pero aquí tengo todo lo que necesito, todo lo que ese día del cual es hoy aniversario me ha dado y no puedo más que recordarlo con una sonrisa. Otro 20 de enero se suma a la lista.