Lo conocí una noche en la inconsciencia de los sueños. Era ideal, sin fallos, como la parte complementaria a mi corazón que todo el mundo prometía que algún día encontraría, la otra punta del hilo rojo que los orientales dicen que une a dos almas gemelas que están predestinadas a encontrarse, como la media naranja que me faltaba para estar completa. Sin embargo, era irreal, no era más que el producto de mi imaginación, del cruel subconsciente, de los deseos irracionales de encontrarlo de verdad, una imagen que se quedó en una simple fantasía. Ahora sólo deseo volver a encontrarlo, para volver a ver sus ojos de mar y sumergirme en ellos hasta que se haga real, hasta que se materialice su cuerpo ante mis ojos cuando tenga consciencia. Solo quiero volver a mis sueños para cumplir la promesa que le hice de vernos al día siguiente. Pero la mente es muy amplia y es posible que pase mucho tiempo hasta que vuelva a encontrarle mientras duermo; es incluso posible que no vuelva a verle jamás, y mientras, sus facciones irán desapareciendo lentamente de mis recuerdos hasta borrarse por completo evitando que dé con él de nuevo. Todo esto no hace más que evitar que no pueda dejar de pensar en lo injustos que son los sueños al mostrarse como ilusiones tan realistas que incluso hacen que sientas mariposas en el estómago, y en lo maravilloso que sería poder volver a soñar un sueño y volver a sentirlo como la primera vez.